03 noviembre 2006

64.

1. "José Santos Inocente... fue asesinado ayer, a las 11:00am en colonia Milagro de la Paz... Sólo se sabe que le dispararon desde un vehículo gris..."
2. "José Porfirio Salazar, de 35 años, fue hallado muerto a las 6:00pm el miércoles en el Puente Arce... Cerca del cadáver había una piedra de regular tamaño y otras pequeñas, además de que el cuerpo tenía una lesión profunda en la frente y moretones en los brazos, por lo que la policía supone que lo mataron a pedradas..."
3. "...se reportó ayer por la tarde el homicidio de... identificado como "El Chiqui". Según las autoridades, los homicidas llegaron a la vivienda de la víctima y sin mediar palabras le dispararon."


Gracias a Jacinta, Goathemala y EV por la compañía y también a los "anónimos" que visitan este espacio y dejan sus comentarios. Se siente bien saberme acompañada en este lúgubre lugar.

Ayer leía a Orhan Pamuk nuevamente, me interesó esta historia que refiere al arte y el dolor, la transcribo aquí parcialmente:

Alif
Hace trescientos años, la fría mañana de febrero en que Bagdad cayó en manos de los mongoles y fue despiadadamente saqueada, las mundialmente famosas bibliotecas de dicha ciudad contenían veintidós libros, en su mayor parte Sagrados Coranes, escritos por Ibn Sakir, el más famoso y magistral calígrafo no sólo del mundo árabe sino de todo el orbe musulmán a pesar de su juventud. Como estaba convencido de que aquellos libros existirían hasta el Día del Juicio, Ibn Sakir vivía con una idea profunda e infinita del tiempo. Había trabajado heroicamente toda una noche a la luz temblorosa de los candelabros en el último de aquellos libros legendarios, que pocos días después serían rotos, destrozados, quemados y arrojados al Tigris uno a uno por los soldados del jakán mongol Hulagu, de tal manera que hoy no sabemos nada de ellos. Los maestros calígrafos árabes, fieles a la tradición y a la idea de la inmortalidad de los libros, tenían una manera de descansar la vista para luchar contra la ceguera a la que recurrían desde hacía cinco siglos: dar la espalda al sol naciente y mirar hacia el oeste, hacia el horizonte. Así pues, en la frescura de aquella mañana, Ibn Sakir subió al alminar de la Mezquita Califal y vio desde el balcón lo que iba a acabar con toda una tradición de escritura que perduraba desde hacía quinientos años. Primero vio la entrada en Bagdad de los crueles soldados de Hulagu pero permaneció en el alminar. Vio cómo se saqueaba y se destruía la ciudad, cómo se pasaba por la espada a cientos de miles de personas, cómo mataban al último de los califas del Islam, que habían gobernado Bagdad desde hacía quinientos años, cómo se violaba a las mujeres, cómo se quemaban las bibliotecas y cómo decenas de miles de libros eran arrojados al Tigris. Dos días después, en medio del hedor de los cadáveres y de los gritos de agonía, mientras contemplaba la corriente del Tigris, que ahora fluía rojo a causa de la tinta de los libros que habían arrojado a él, pensó que las decenas de libros que había escrito con su hermosa caligrafía y que ahora habían desaparecido no habían servido para detener aquella terrible masacre y destrucción y juró que nunca más volvería a escribir. Más aún, se le ocurrió que sólo podría expresar el dolor y la catástrofe de que había sido testigo mediante el arte de la pintura, al que hasta ese día había despreciado y considerado una rebelión contra Dios, y pintó todo lo que había visto desde el alminar en el papel del que nunca se separaba. A ese milagro feliz posterior a la invasión mongola le debemos la fuerza de la que gozó la pintura islámica durante trescientos años y lo que la separa de la de los paganos y los cristianos: que el mundo se pinte con un dolor sincero y trazando la línea del horizonte desde lo alto, desde donde Dios lo contempla...

Comments:
Cuando estudiaba la historia del califato de Bagdad, había yo leído que el Tigris se tiñó de negro (no de rojo) debido a la gran cantidad de libros arrojados a sus aguas por los mongoles.

No sólo se perdió mucha literatura árabe del califato, sino además valiosas copias bizantinas, siriacas y árabes de los clásicos griegos; algunos, con toda probabilidad, para siempre.

Así pierde la Humanidad sus tesoros a manos de los brutos.
 
Sexagésimo tercer día: 364 víctimas.
 
3 Noviembre: 3 Asesinatos
Acumulados: 364
 
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